No creo que sea demasiado pronto para comenzar a hacer un balance del 2020. Años de experiencia dicen que hace falta un poco de de tiempo para pensar, asimilar, hacer preguntas y finalmente, aprender. Así que si esta vez tardo tres meses en hacer un balance, pues mira qué bien.
Siempre que me encuentro a una persona joven motivada, que me cuenta lo que planea hacer en X años, me suele hacer gracia. Me recuerda a mí en mis 20, y a todos los chicos a los que escuché contarme sus planes de vida. He escuchado a bastantes chicos: mismas ambiciones, distintas bocas. Intereses parecidos. Me gusta escuchar a los chicos hablar de sus planes. Me gusta sentir su ambición. En los 20 somos muy ambiciosos. Ambiciosos de ascender —no necesariamente en la oficina—, de viajar, de tener patrimonio, de tener pareja, de sociedad, de vernos de una manera. Ambiciosos de demostrar; si se es inmigrante, de “demostrar que los que te discriminan se equivocan”. O ambiciosos de validación, de ser significativos. Esa ambición se relaciona bastante con la legítima necesidad humana de tener el control sobre la vida —sobre la vida, ojo—. Sí, en los 20 se tiene, y se derrocha, mucha energía.
Pero estarás de acuerdo conmigo, si no estás en el 0,5% de las personas de lo más alto en la jerarquía del mundo* que en 2020 ha quedado claro que tú puedes tener planes, pero no necesariamente se tienen que cumplir. Es verdad que hay una relación entre los planes que se elaboran y el concepto de tener éxito; siendo “tener éxito”, “conseguir lo que la sociedad valora”. No obstante, una cosa son los planes; otra, lo que puedes controlar, siendo la ansiedad lo que se sitúa entre uno y otro. A veces lo único que se podrá controlar es tener la casa limpia, beber agua, cocinar siguiendo una receta, estar limpios, llamar por videollamada a la familia y ciertos amigos, dar un agradable paseo, seguir un hobby, cuidarse la piel y procurar dormir. Bueno, quizá un poco más que eso, seguir andando. Seguir haciendo planes, seguir invirtiendo en un futuro. Y seguir riéndose, aunque sea de uno mismo.
O tomar los resultados de meses de reflexión para actuar de una forma más rentable hacia la vida laboral, ya que es algo tan importante y tiene tantos aspectos incontrolables. Como el nuevo carpe diem tiende hacia la serenidad y menos hacia una vida de demostrar, seguramente Dévé te sirve cada vez más.
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*En 2020 esa es la gente que mantiene su fuente de ingresos, gana más de 45000 euros, tiene casa, vive sin aprietos (puede permitirse un viaje ahora mismo), y no concibe su vida sin ciertos privilegios.