A veces pasa que cuando los escritores plasman sus ideas en «papel», sobre todo cuando van a velocidad de crucero, pierden la noción de cuál es su estilo —en cuestión de virtudes y defectos—. Puedo hablar desde mi papel de lectora y de editora de los artículos ya publicados en esta revista. Antes de publicarse, todos los artículos pasan por mí; por eso, en cuanto he tenido una cierta regularidad con ciertos autores, he podido conocerles a nivel estilo de escritura. Hay escritores de frases muy largas. Los hay más densos. Los hay más informales a la hora de expresarse. Los hay que se leen ligeramente, los hay que menos. Por supuesto, esto es según mi punto de vista —algo en lo que a día de hoy he dejado de dudar, puesto que Dévé está ganándose su hueco en los corazones— y criterio de las reglas de estilo de Dévé.
En la variedad está el gusto. Con respecto a mí, creo que mi estilo salta a la vista: bastante asertivo, con un gran uso de los guiones largos y expresiones como «a día de hoy». Por supuesto, el estilo evoluciona dicen que con la experiencia y con la madurez, aunque me voy a permitir añadir que también cuando una sale de su propia cabeza.
Me hace gracia cuando leo en medios de comunicación que tal o tal persona afirma: «Debemos hacer autocrítica». Suele pasar que un año después parece que se repiten los mismos patrones… Y no sé, me da por preguntarme si las personas que apuestan vehementes por la autocrítica lo hacen de verdad, o más bien porque prefieren criticarse a sí mismos —que duele menos— que escuchar alguien que les ponga sobre la mesa lo que les ha hecho fracasar en X cosa. O porque en realidad están diciendo: «No me critiquen ustedes, que ya lo hago yo». Si continuo con este argumento, considero que, por supuesto, la autocrítica funciona, pero no siempre se está en condición de hacerla bien. Yo si he podido avanzar estos últimos meses ha sido porque varias personas me han expuesto conductas a las que yo estaba ciega. Que quizá si me lo decía yo a solas serían las mismas palabras, pero el impacto real se produjo cuando vinieron de fuera.
Quizá a nivel general la autocrítica ha dejado de funcionar porque ya hace falta algo más contundente.