Me pregunto quién en 2020 sigue defendiendo que la vida personal y la vida profesional pueden separarse como dos islas, o como dos compartimentos estancos, y que lo que pase en uno no afecte en absoluto al desempeño del otro.
Quién.
En parte quiero entender el argumento de quienes lo defienden, porque parcialmente necesita ser cierto. Quizá por propia supervivencia de las buenas personas. En ocasiones es necesario poder separar para que al salir del trabajo, el mismo también salga de la cabeza y que no se quede más de lo que debe. Pues… porque pagan lo justo. De modo que por un lado, hay gente que considera su entorno laboral como un escenario en el que interpretar un papel, ganar el dinero y salir —y uno vuelve a ser él mismo una vez se quita el badge, o la tarjeta para fichar, o «el collar de esclavos», del cuello—. Pero por otro lado, el criterio es que tu desempeño en la vida profesional va en función de cómo seas en tu carácter. Por ejemplo, personas agresivas en sí mismas al cabo de un tiempo mostrarán «su verdadero yo». El verdadero yo se esconde solo el tiempo que le interesa. O el tiempo que puede. Pero ese no es el único ejemplo: el «agresivas» anterior puede perfectamente remplazarse por «introvertidas», «sensibles», «detallistas», «descuidadas», «desordenadas», «de mala sangre», «distraídas», «adictas», «cotillas», y otros. «Abusadores sexuales» y «violadores» va dentro de la categoría «de mala sangre», por cierto.
Mismo cuerpo, doble trabajo. También, y esto no me lo negarás, los desafíos del trabajo (o challenges, como lo llaman los americanos), te sacan a la luz áreas de mejora de las que normalmente no salen en la vida personal, porque ya pasamos más tiempo en el trabajo que en casa.
Yo no suelo ser de opinar rápidamente porque en caso de debate, tengo la tendencia de captar los argumentos que dan peso a una opinión y a la otra respectivamente. Pero hablar de esto me hace pensar en un terreno que, sobre todo en estos últimos años, ha ayudado a ver muy clara la imposibilidad de que vida pro y vida perso no se afecten la una a la otra. Otros terrenos lo habían intentado, pero el público solo había sacudido la cabeza como respuesta. Solo uno ha dado el empujón definitivo para que nos pusiéramos de acuerdo definitivamente… y las reservas ganaran nitidez.
El terreno es el arte. Y dentro de las siete artes, el cine.
Y no solo por el tema del Me Too. Por favor leed el texto de David. Dentro de las reseñas de películas se dan finos análisis de la vida real .
Todos culpables: Richard Jewell (I)