No me había planteado el “Cómo funciona la vida” al nivel en el que me lo planteo hoy hasta que Mario dijo que “el lenguaje tóxico está de moda entre aquellos que aún no saben cómo funciona la vida”. Clic. O sea, que hay gente que sabe cómo funciona la vida y gente que no. Esa gente que no sabe, cree que sabe, pero no sabe. No lo irán a admitir. No he visto a nadie decir “No sé cómo funciona la vida”. A algunos, no obstante, sí he visto en modo “Yo sí sé”. Y por eso el mundo está como está.
Cómo funciona la vida, ahí la cuestión. Últimamente algunos se plantearon con mucha razón cómo es posible que haya manuales de instrucciones sobre cómo aguantar 35 años 8 horas al día mirando fijamente una pantalla —en serio, a veces años de universidad y miles de euros invertidos desembocan en eso y en centenas de reuniones—, cómo usar una lavadora y cómo montar un mueble de Ikea, pero en cuestiones de alta importancia o no haya manual de instrucciones, o pasemos de formarnos.
La vida en general es el mayor ejemplo. Las dinámicas humanas en particular son la parte que más de cabeza nos trae. Algo como saber qué mentalidades destruyen las relaciones tan obvio no es si de cada dos matrimonios que se crean, uno acaba en divorcio. Algo como saber cómo desconectar del trabajo sin arriesgar la carrera tan obvio no es si hay gente que piensa en el trabajo mientras tiene relaciones sexuales. No pasa nada por admitir que por una vez atender al modo de empleo de la vida es necesario. Las personas tienen manuales de instrucciones, no en el sentido de cómo usarlas, sino en el de cómo interactuar con ellas según uno u otro objetivo. Y “las personas” te incluye a ti.
La vida, modo de empleo. Voy a dejar que sean los artículos de este número los que abran el manual de instrucciones. Te aviso de que es fascinante, y vale la pena leerlo sin saltar cada 30 segundos a Instagram.