Ir a comer a un restaurante cuando tu costumbre es comer en casa o de tupper significa un cambio de aires. Y cuando se habla de cambios, se habla de un tema importante. En lo que respecta cambiar la rutina en un hecho asociado a una necesidad básica, es darle un soplo de aire fresco a la vida, sobre todo si no sufres porque tu economía se vaya a resentir. A mí ir al restaurante siempre me alegra, la verdad sea dicha. Y eso es lo que quiero dejar claro en este número —que no va de restaurantes, ojo, sino de la importancia de renovarse, de dejar entrar el aire, con el tema del restaurante como ejemplo.
Cambiar de aires es una forma de cultivar el bienestar en el trabajo y en la vida. Ah, el bienestar, eso que perseguimos como locos. Siempre habrá alguien que te dirá que si haces cálculos (8 horas al día x 250 días laborables al año más o menos x 40 años trabajando), emplearás 80000 horas trabajando —si dicen que se necesitan 10000 horas para hacerse experto en algo, tú te podrás hacer experto en más de una cosa a lo largo de tu vida laboral—. 80000 horas corresponden a unos 9 años y algo enteros. Y te dirá: “Ya que vas a estar todos esos años trabajando, ¿por qué no hacerlo con bienestar?”
La respuesta no será tan sencilla, porque depende. Al bienestar contribuye una suma de factores, entre ellos, las ideas y la rutina. Pero no todo depende de uno, si no, que se lo digan a las personas que sufren las consecuencias de un ambiente de trabajo envenenado. No obstante, conviene priorizar lo que uno puede hacer. Cuando la rutina bloquea las ideas lo primero a hacer es romper la rutina. A veces los procedimientos en las empresas siempre se hacen así porque no entran ideas nuevas, o argumentos para cuestionar el “siempre se ha hecho así”. Evidentemente, esta idea también merece apuntar a la vida personal: cuántas discusiones acaban de la misma manera porque ambas partes reaccionan siempre de la misma manera.
Por otro lado, las ideas nuevas no son solo los cambios radicales que algunos gurús de los Recursos Humanos vienen a predicar en charlas o vídeos. Un cambio de aires es, por ejemplo, descansar en el trabajo diez minutos, pasear, aligerar los horarios, simplificar la jerarquía, o mejorar —ojo, no necesariamente incrementar— la comunicación. Y por qué no, aplicar lo que se aprende del trabajo a la vida personal. Si en el trabajo hablan de delegar, gestionar el tiempo, planificar, evaluar, etc, la aplicación de esto en la vida personal es, lejos de meter el trabajo en casa, una manera de incrementar el bienestar.
Un cambio de aires en la vida perso es arriesgar un poco. No solamente en lo que vagamente llaman «salir de la zona de confort»; también en darle un nuevo toque a lo que haces normalmente y a tus modus operandi. Es darle alegría a «ir al restaurante» y esforzarse por ser un mejor conversador. Para, sobre todo, evitar ese tipo de situación en la que es fácil caer: estar en un restaurante comiendo y estar mirando el móvil en lugar de estar hablando con las personas con las que estás. Por ejemplo.
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