No falla. Llega enero y el carro del fitness y el de las dietas se llena. Y ahí estás tú: decidido a que esta vez sí, 2019 es el año. Además, contando con la revista de referencia en estrategia, liderazgo y estilo de vida no puedes fallar. Mientras lo piensas, a tu lado pasa un silverfox —ese hombre que a sus 40 puede hasta ser deseable por chicas de treinta y de veinte— andando firme y erguido, a un ritmo que delata que ahí, debajo de ese traje, hay un hombre sano, en buena forma cuyo cuerpo es parte de su patrimonio y lo que realza su atractivo. No lo admitirás jamás, pero te preguntas cómo sería tu vida con ese cuerpo. “Más atractivo”.
Primera idea: voy a salir a correr una vez a la semana. Segunda idea: me voy a apuntar al gimnasio. El silverfox es un influencer. Alto, alto. Hay muchas opciones a la hora de ponerse en forma. ¿Cuál es la tuya? Un análisis entre las diferentes opciones, y los beneficios de cada una a un nivel más profundo.
El gimnasio. Nivel uno.
Antes el gimnasio era una especie de cueva a la que solo accedían hombres con formas de vida y pensamientos afines, con objetivos parecidos. La cueva era algo que no voy a calificar, porque eso no está entre mis objetivos. Pero tenía de todo para trabajar en las zonas del cuerpo que más interesaban; básicamente, las que más se exponían y más se asociaban a masculinidad. Abs, arms, back, shoulders. Las piernas no se veían, qué más daba… hasta que se veían.
Pero en 2019 no te vale cualquier cosa. Si vives en un sitio tranquilo, donde puedes gestionar tu tiempo y te quedan horas después de tu trabajo para vivir, hasta yo te tengo envidia. Si vives en una ciudad en la que se te van 3 horas yendo y viniendo del trabajo, estás en la oficina de 9:00 a 18:30 (y el día que sales a tu hora te sientes raro), se te han ido muchas horas. Añadamos a eso que tenemos familias, queremos socializar, queremos ligar, comer (menos) y dormir.
Antes se hacía ejercicio para estar fuerte. Hoy, el ejercicio es, para los urbanitas, para liberar tensiones y quitarse el sentimiento de culpa, mientras el cuerpo se pone en forma. Puede que a ti, después de 10 horas encerrada mirando fijamente una pantalla, encerrarte en un semisótano a seguir como puedes el ritmo de una clase de zumba con reguetón a todo volumen no sea lo que más quieres. Porque eso, si a ti no te gusta el reguetón, más que desestresarte, hará que salgas del gimnasio sudorosa, pero sorda y atacada.
Nivel dos: más grande.
El negocio del fitness a día de hoy da muchas opciones. Se conserva la básica, y sobre ella se fundamentan sucesivas innovaciones incrementales: gimnasios cada vez más grandes, con maquinaria especializada en regiones concretas del cuerpo a la vez que la opción de correr sin moverse del sitio.
Nivel tres: olvidar dónde estás.
La innovación incremental continúa con mejorar la experiencia del cliente: seguridad y entretenimiento, para hacer que la sensación de estar corriendo en una rueda como un hámster no asalte la cabeza del que lleva 50 minutos corriendo en la cinta de correr (so that he who has already run 8.5 kilometres on the treadmill may not feel like in a rat race), por ejemplo. A eso añadimos la música, no basada en otra cosa más que en la frecuencia: un ritmo tal que el cerebro se adapte sin esfuerzo y ordene al cuerpo moverse al ritmo de la música y que eso guste.
Boxeo, por otro lado, en modo terapéutico. Cardio e impactos tienen más demanda entre gente estresada con poder adquisitivo.
Música que cada vez está más alta. La sordera en profesores de gimnasio es un fenómeno cada vez más común.
Un nivel más: realidad aumentada. Pantallas de cine, efectos… en algunos gimnasios pantallas enormes emulan lo que vería un ciclista recorriendo el camino planificado por el monitor.
Nivel cuatro: “para lo que hago en el gimnasio, me quedo en mi casa y sigo rutinas de ejercicio por internet”.
Ejercitarme con mi propio cuerpo, por qué necesito una máquina si tengo mi propio cuerpo. Ahora hay decenas de instructores de fitness que incluso dan rutinas de ejercicio gratis y merecen tener los millones de suscriptores —y de dólares— que tienen. Solo es necesaria una hora (o menos), una esterilla, internet y una pantalla. No hay necesidad de depilarse, meter tripa al cruzarse con la otra, adaptarte a horarios. Chollo… si puedes con ello.
Nivel cinco: no quiero encerrarme en un gimnasio. Quiero salir a correr en solitario.
No es lo mismo ser hombre que ser mujer a la hora de afirmar esto. España no es el único país que lamenta la pérdida de mujeres al salir a correr solas. En ciudades grandes, si una persona tiene el horario descrito en el 5º párrafo, no le queda más opción que, o salir a correr antes de salir a trabajar (de noche), o hacerlo después del trabajo (de noche). Tensiones liberadas al correr regresan al pensar que una es susceptible de no volver a casa íntegra, o sin que un perro, un coche o un indeseable le den un susto. En línea con esto, correr en solitario puede ser motivador hasta cierto punto. Hay gente que se aburre.
Nivel seis: correr en compañía.
Suena estupendo. Correr en compañía. El empujón colectivo es indudablemente motivador como imposible es limitarse a andar durante el primer kilómetro de una San Silvestre. Ahora bien, ¿cómo crear un grupo de personas para correr?
Tienen que:
- Correr a la misma hora
- A velocidades parecidas
- Tener objetivos parecidos
- Vivir cerca
- Querer salir a correr
- Tener un liderazgo
En algunos sitios se logra; en otros, no. En ciudades altamente contaminadas un disuasor es justamente la alta contaminación. Ups.
Nivel siete (el que hace 30 años era el nivel 2 y el nivel 1 de los niños): voy a jugar al fútbol con mis colegas.
Si algo tan sencillo como practicar deporte en equipo hay gente que lo pone en su curriculum, practicar deporte en equipo ya es un lujo, un privilegio. Ya se define lujo como estas experiencias simples que son ya difíciles de tener por el modo de vida impuesto en las grandes ciudades. El deporte en equipo es eso que podrías estar haciendo mientras lees este texto. Podrías. Con quién. Qué deporte. Cuándo. Cómo. Dónde. Ánimo.
No te vale cualquier cosa si sabes cuáles son tus objetivos. Las opciones de fitness son aparentemente numerosas, pero cabe preguntarse si satisfacen todas las necesidades. O si, por el contrario, se ha creado una oferta que, por el tiempo que queda, no logra satisfacer una demanda que pide algo más que estar en forma. Pero que por nosotros no quede.
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