Vengo a hablar sobre (cómo sobrevivir en una oficina agresiva o) el compañerismo en tiempos de competencia.
Como presupuesto: Empresa de plantilla mediana. Mal humor, prisas, exigencias esquivadas y repercutidas de forma recurrente entre el personal, ambiente opresivo.
1. Diagnóstico de agresividad
Hay signos internos dentro de la empresa como los que aparecen en el presupuesto del anterior párrafo. No es lo habitual que aparezcan todos a la vez, ni que se cronifiquen, ni mucho menos que se den a diario, pero puede ocurrir que, pese a que cada cual ponga su mejor empeño y voluntad en hacer bien su trabajo, responder y cumplir objetivos, éstos no estén bien definidos, cambien frecuentemente o no se repartan de forma equitativa.
Saludable:
No juzgar ni prejuzgar. Confiar en las posibilidades de uno mismo, conocer profundamente tanto lo bueno como lo malo de uno, no tener problema en presumir de lo bueno pero sólo si es necesario, exactamente igual que reconocer lo malo, que siempre ha de intentarse mejorar y considerarlo internamente como punto de inflexión o ayuda ante dificultades. No hablar de más.
Mejor escuchar solo lo que a uno le atañe. Intentar mirar y ver lo bueno que todo el mundo tiene (hay pocas excepciones y no son dignas de ser miradas). Si algo no es posible, ha de haberse analizado antes de distintas formas, intentado con verdadero ánimo. Luchar no equivale a pelear. Una lucha que merece la pena suele unir a buenos compañeros. Hoy por ti, mañana por mí. Somos un equipo. Te reconozco mejor en esto, confío (aunque no lo espero), en que tu podrás hacer lo mismo en otra cosa. Viceversa.
2. Causas y síntomas
No es nada nuevo que el mundo empresarial es competitivo. Sí quizás que se están salvando situaciones de conflicto mundial a causa de la globalización, el poder de los medios de comunicación, la cultura de la paz y el empeño de un gran número de responsables políticos por seguir avanzando sin perder logros europeos muy estimables habidos desde mediados del siglo XX. El crecimiento del Derecho ordenador de la actividad concurrencial en el mundo de la empresa, ¿ha hecho que de verdad la empresa se vuelva más competente?. Competitivo, competidor, no equivale a competente. Quizás sí colaborador.
El compañerismo sólo se entiende desde la paz interior, desde la confianza y tranquilidad. Hay momentos de urgencia y crisis que pueden hacer que las personas se vuelvan agresivas y no sean conscientes de ello. El concepto de éxito ha dado un paso de gigante de la persona al grupo. ¿Es posible que la presión por conseguir objetivos haga a alguien apropiarse de méritos ajenos? ¿Se quiere hoy dejar mal al otro a toda costa? ¿Hay personas que se estresan demasiado? ¿Son conscientes de ello?
Probablemente, el asalto del mundo de la comunicación, la psicología y TICS a la empresa, haya hecho que existan más comportamientos paranoicos (incapaces de verse, ni sentirse culpables de nada) y actitudes psicópatas (disfrutan haciendo daño al otro) de lo que cabría esperar en el presunto mundo avanzado. Yo opino que, al margen de auténticos enajenados y patologías psiquiátricas graves (creo y espero que sigan siendo minoría, de un 1%), la mayoría de los trabajadores están comprometidos con su trabajo, se empeñan desde lo más profundo y bueno de su ser y saben mostrar su rabia (seguro que justificada alguna vez, probablemente no tantas como ellos piensan) desde la educación.
Es importante saber analizarse a uno mismo antes que buscar causas externas.
Porque uno mismo es siempre un buen aliado. Si se dan signos externos de ninguneo (desplantes) puede que existan causas objetivables —incluso ser mejor y más competitivo que muchos otros, que ven amenazado su puesto—, el hecho de que esos otros estén muy alterados y no puedan comunicarse adecuadamente, o tú haber sido permisivo y buena gente demasiado tiempo sin poner las cosas claras desde el primer minuto.
No es posible que una buena empresa funcione como un campo de batalla. Si los expertos en recursos Humanos dan información sobre cómo la empresa rentabiliza esa extrema competitividad que lleva a que sólo queden los que más gritan, avasallan, se aprovechan del prójimo, copian, etc etc, entonces esa empresa puede tener sus días contados. Si pertenece al sector de pequeña mediana empresa con ganas de tener un puesto de know how y buen hacer entre sus trabajadores… Si resulta que hoy la empresa “pasa más que nunca del trabajador” y está “a la orden del día” poner zancadillas, dejar mal al otro, robar méritos… la mayoría siempre tiene la palabra, lo normal es que los trabajadores sean honestos y de buen corazón y de verdad, de verdad, es imposible que una empresa se haga grande entre tinieblas.
Podrá, esa gran mayoría, contar ese tiempo de presión infernal como aprendizaje empresarial de éxito. Si se han dejado la piel en ello y siguen teniendo salud mental, saldrán robustecidos, pero nunca la empresa ganará con ello. Es la persona física, el trabajador, la mano de obra, el “currante” quien a diario es destinatario del pulso empresarial, del sentido de lucha que internamente la empresa asienta cada año. Pero es también cada trabajador quien tiene en su mano hacer que ese pulso sea firme, asentando su fe en el trabajo bien hecho, en hacer lo que uno puede, sabiendo que saldrá mejor, seguro, si se disfruta haciéndolo.
3. Tratamiento y cura, si es posible.
Hace muchos, muchos años, un señor llamado José Joaquín de Mora dijo: “Los compromisos mutuos son ventajosos cuando las obligaciones son recíprocas”. Al objeto de que los compromisos mutuos sigan siendo ventajosos, permitiendo que las obligaciones también puedan seguir siendo recíprocas, la labor de prevención y asentamiento de una cultura empresarial competitiva, por eficaz y limpia, es básica para avanzar en la lucha contra el fraude. También Alfredo Alvar Ezquerra señala que: “La corrupción tendería a frenarse si se diera una economía internacional basada en un sistema estable de intercambio de valores, bienes y servicios”.
Que cada trabajador esté orgulloso de lo que a diario hace, pueda seguir estándolo, y pueda compartir logros con sus compañeros, dependerá básicamente del capital humano de la empresa, pero sobre todo, de que exista una verdadera cultura empresarial de cumplimiento arraigada, que sea evidente y claro que compartir es vivir, que colaborar hoy beneficia al grupo más que nunca, porque más que nunca el mundo está globalizado, todo se sabe y cada uno debe asumirlo para bien y para mejor.
A lo mejor no a todo el mundo le gusta ser jefe.
No a todos los jefes les gusta estar a diario entre la espada y la pared. Hablar y discutir sin elevar el tono es más fácil y resolutivo que pasarse el día gritando.
No es la empresa el lugar para ser siempre el centro de atención.
Proponer ideas originales de forma escueta, confiando en su valor, da más resultados que meterse en todo, intentar solucionar todo y ser todista…a toda costa. Es buena idea confiar en que hay buenos directivos con cabeza bien amueblada y que la organización acabará por poner a cada cual en su lugar.
Hay que desterrar la palabra no durante un tiempo del diccionario, o ponerla en cuarentena cambiándola por un sí.
Quizás sea bueno pensar que los lugares en las empresas modernas son rotativos, intercambiables en su mayoría. Si resulta que no lo son, es claro que las funciones están bien definidas y repartidas, lo que siempre es productivo. ¿Qué quiero: pasar el día lo más rápido posible, o sacar el mayor provecho a mi tiempo y disfrutar haciéndolo? Puede que dependa de mí que de verdad lo sea. Incluso puede que consiga hacer las dos cosas… porque disfrutando el tiempo se va de las manos.
Para terminar, quiero compartir contigo mi recuerdo y cómo me marcó lo que me dijo mi primer jefe, en una empresa inglesa, muy competitiva, en el sector de la construcción, hace muchos años también: “No hay nadie insustituible aunque cada uno seamos únicos”.