¿Cómo hacer que el día de trabajo cunda en medio de tantas distracciones? ¿O el de estudio? Tanto si trabajas en una oficina open space como si trabajas desde casa, te interesa que valgan la pena las horas que empleas. El primer paso es crear buenas condiciones de trabajo.
No voy a hablar de lo típico (“Poner la espalda en el respaldo”, “Ponerte un reposapiés”), primero porque es básico, y de esto ya hablan los de prevención de riesgos laborales. Además porque no todos trabajamos sentados ante un ordenador, afortunadamente. Sí hablaré de formas simples, sorprendentemente simples, de hacer que trabajes en condiciones óptimas. Todos estos trucos están al 100% en tu mano. Y el resultado será que esa tentación de mirar el móvil buscando un respiro cada rato será mucho menor. No está mal para comenzar, ¿no?
Salud: lo que te corresponda hacer a ti, hazlo.
Si estás leyendo esto, baja los hombros, estira las cervicales, deja de apretar la mandíbula, baja la lengua de la parte alta de la boca. Tendemos a aguantar el estrés físicamente y a mantenerlo a lo largo del día. Ahora relájate.
— DÉVÉ (@DeveTimes) September 27, 2018
La salud ante todo, dicen. El secreto para mantenerla está en parte en mantener la conciencia sobre tu cuerpo. Si se te olvida beber agua, hasta una app del teléfono te lo puede recordar. Igual de fácil es que te levantes de vez en cuando —no, tu profesionalidad no decae por no ser del grupo de los que espera a no poder más para levantarse e ir al baño.
Organízate. Pero de verdad.
Trabajes en una oficina, un despacho, una consulta, un colegio, una tienda, con personas mayores, o en tu casa. O seas estudiante. Un trabajo se facilita o dificulta en parte según el orden de tus herramientas y de tus ideas. Si tu ordenador está desordenado, aunque le pidas al buscador que te encuentre algo, estarás perdiendo tiempo para encontrar un documento. Y si estás estudiando y no sabes dónde está lo que te toca estudiar hoy, tardarás en concentrarte. Y eso también cuenta como interrupción. Los hay que creen que todo lo que no sea ejecutar, ejecutar y ejecutar es no ser productivo; que me digan cómo ejecutar orientado al éxito sin tener una idea precisa de cómo trabajar porque no saben dónde están sus herramientas. Hay trabajos que piden ser más metódico, los hay que no tanto. Pero no hay excusas: se pierde mucho tiempo por falta de organización. Soluciones a esto hay, gratuitas e incluso relajantes.
Revisa tu idioma, y el de los demás
Me refiero a tu manera de comunicarte en el trabajo cuando hay que plantear ideas. En esto es vital conocerte y observar a los demás. Conocerte para tener claro cómo comunicas, cuál es tu estilo —en Programación Neurolingúística hablarían de visual, auditivo, kinestésico— y cómo capta mejor tu superior, por ejemplo, la información. Y no solo tu superior: cualquier persona que te interese. Los hay que son simplemente visuales, los hay que son “visuales dinámicos”: te entienden si ven cómo evoluciona el croquis que les haces. Los hay que son auditivos. Los hay de bullets. Los hay de discursos. Y los hay de Powerpoints.
Si te interesa hacerte entender, habla en su idioma.
Emocionalmente, saber cómo funcionas y ser coherente
Esta es la parte de autoconocimiento. ¿A partir de qué momento te cansas, o te agobias? ¿Qué actividades te provocan ansiedad? ¿Hay remedio para la intranquilidad que notas a ciertos momentos del día? Estamos en una temporada en la que la jornada laboral son 8 horas, pero no paro de ver gente que vive con sus límites superados ampliamente. Y no hace falta llegar a ese estado para ser coherente contigo misma. Pero aunque las vacaciones estén lejos, o no puedas cambiar de trabajo, hay formas de que tu bienestar emocional esté por encima de la sensación de burnout. Conocerse es vital, saber qué te frustra, qué te desborda, qué eventos evitar… a partir de cuánto tiempo trabajando/estudiando decaes. Vale que no puedes evitar que te caigan situaciones indeseadas, pero con asertividad puedes modificar sus efectos en tu desempeño.
Ropa cómoda: ponte buenos calcetines.
No te rías, no voy por la línea de los que llevan la ropa igual todos los días para tomar menos decisiones. Voy con la idea de que no es lo mismo concentrarte en el trabajo sin más, que tener que obligarte a hacerlo mientras te duelen los pies, ese pantalón está muy apretado, has sudado, o no transpiran tus calcetines. O si los zapatos son incómodos. Parece obvio, pero si tu cuerpo se siente amenazado por algo, tu mente adoptará posiciones de defensa. Y se traducirán en un deje agresivo.
La ropa y su comodidad son importantes, también lo son la imagen, la higiene —no solo la que traes de casa— y el resolver problemas de higiene antes de que surjan. Soy sutil, pero ya sabes de qué hablo.
Descansar es necesario, pero no suficiente. Hay que despejarse
¿Soldarte a la silla en jornadas maratonianas es realmente necesario para que te cunda el día? Hay una ley tácita en demasiadas oficinas que dice que todo descanso que no sea ir al baño, ir a fumar, o ir a por más café es ilegal. Parece menos ilegal mirar cielos en Instagram que mirarlos con los propios ojos asomándose a la ventana. Pero recuerda que en el trabajo se trata de ser eficiente, no de competir para «ver quién aguanta más tiempo sentado mirando fijamente a la pantalla”. Los de Prevención de Riesgos ya deben haberse cansado de pedir que hagamos descansos cortos —trabajemos donde trabajemos—. Pero no es solo cosa de hacer descansos: es cosa de renovar la mente. Sirve de poco salir a descansar si el descanso va a consistir en estar quietos mirando el móvil. Las nubes de preocupación y de agobio se dispersan rápido cambiando de postura, moviendo el cuerpo. De modo que cuando se descanse, hágase de verdad: una vuelta al edificio, un vaso de agua, estirar el cuerpo. ¿Qué pensarán? Nada, «ande yo caliente», que cuando menos te lo esperes habrá alguien imitándote.
Imagen: Death to Stock.
(Artículo publicado en octubre de 2018 y editado en agosto del 2019)