Cuando pregunto a la gente por la cualidad que más les gustaría tener, bastantes me responden que les “gustaría tener más disciplina”.
Yo también lo decía. “Ojalá me levantase mañana por la mañana siendo una persona disciplinada”. Pedimos disciplina mientras todavía creemos que somos capaces de hacer varias cosas a la vez perfectamente, y que estar perpetuamente conectados no influye en nuestro rendimiento. Aunque al final del día no nos queda otra que admitir que, a pesar de habernos puesto el título de “persona ocupada” —crazy busy person—, de habernos distraído menos hubiéramos sido más productivos. Porque no es lo mismo estar ocupados que ser productivos.
Sin embargo, no creo que sea mera cuestión de disciplina. Ya somos lo suficientemente disciplinados. Prueba de ello es que todos tomamos café y tenemos despertador. Dejamos la ropa preparada la noche anterior. Recargamos el abono transporte. La gasolina del coche. Llevar a los niños al cole. Fichar a las 8:30. Reunión a las 10. No sé en qué día vivo. 30 emails. LinkedIn. Este quién es. 60 contactos en común, aceptar. Reunión. Otro café. A ver cómo hago este informe, que no tengo ni idea. Email del jefe: “el informe es para mañana”. Conque robots; dónde están los robots cuando más se les necesita. Sándwich mixto. Fulano se va y yo con esto del informe seguro que no salgo hasta las 10. Cariño, no podremos vernos esta noche… No me da la vida.
Voluntad de hacerlo bien hay. La cuestión son las prioridades, y la lucha entre ellas. No es tan sencillo dicho así, por supuesto, hay mucho con lo que lidiar. No obstante, buena idea es tener a mano algo que nos ayude a no dejarnos llevar por una corriente que no ayuda, precisamente, a autorrealizarnos:
1. La ley del compromiso
Si tu palabra tiene valor, tú tienes más valor. Aparentemente algo muy simple, pero la autoconfianza crece a medida que uno se demuestra a sí mismo capaz de cumplir con su palabra. Y para llegar a un estado de poder cumplir con tu palabra primero has debido llegar a un estado en el que eres muy consciente de tus fortalezas y limitaciones, por lo que vigilas los compromisos en los que te metes . Segundo, eres muy consciente de los compromisos que asumes —los escribes si hace falta—. Y tercero, te organizas para cumplirlos.
2. La ley de eliminar interrupciones
Nunca hemos tenido tantas fuentes de distracción como ahora, por eso, pese a que tenemos todas las herramientas para triunfar, cada vez nos cuesta más. Si te cuesta mantener la atención y quieres lograr lo que te has propuesto tendrás que eliminar todo lo que te distrae. Sacarlo de la mesa, no verlo. Decirle que en dos horas no vas a estar.
Estamos en una sociedad que jamás admitirá que se distrae continuamente, aunque lo que diferencia a la gente productiva de la frustrada es primero admitir lo que no les deja ser productivos. No hablo solo las notificaciones del teléfono (que eso ya está rozando lo enfermizo), sino conversaciones, compañías y ruido innecesario. El cerebro humano ha vivido durante años sin whatsapp, y pantallas táctiles. Las personas se han entretenido y han descansado sin necesitar Facebook. Y cuando hace falta concentración lo más sensato es dejar de sobrestimar la capacidad de hacer varias cosas a la vez porque eso es un autoengaño.
3. La ley de la gestión del tiempo
Si tú no gestionas tu tiempo lo van a gestionar otros. Y cuando digo “otros” no digo solo personas. También me refiero a tu móvil. Una gran idea en la gestión del tiempo es dar a las cosas que tienes que hacer el tiempo que tienes para hacerlas, y nada más. Una cosa es decir: “voy a pasarme toda la tarde haciendo esto” que decir “de 16:30 a 17:30 recopilaré información, y después la analizaré durante una hora. Después, veré cuál es la información que me falta y pasaré a la siguiente fase.”
4. La ley de estar sano
No hablo desde la frivolidad: no todos tenemos el mismo estado de salud. Pero hablo de lo que está en nuestras manos hacer.
5 horas de sueño mas tres cafés no son equivalentes a 8 horas de sueño. Tomar decisiones importantes estando crispado hará que las consecuencias no sean las que serían de haber decidido en un estado más tranquilo. Y si esperas a que la vida te dé permiso para cuidarte, de poco servirá que des (o creas que das) lo mejor de ti en el trabajo; al fin y al cabo, tu mente depende del estado de tu cuerpo. La disciplina del cuidado personal debería ser innegociable. El ejercicio regular fortalece los pulmones, el corazón y la mente, y esos beneficios se extrapolan al resto de áreas de la vida, haciéndote más resistente al estrés.
4 leyes que creo —porque lo he visto y vivido—cuya aplicación incrementa tu valor, reduce el estrés y aumentar la autoestima. Nunca antes hemos tenido la facultad de organizarnos de forma más eficiente y orientar nuestras acciones hacia el éxito como ahora. Así que es cuestión de tomar las riendas, que al fin y al cabo, el barco es nuestro.
Imagen: Hasibullah Zhowandai