Vivimos en una sociedad que conjuga de maravilla la primera persona del singular: yo esto, yo lo otro… yo todo. Vivimos rodeados de espejos, individualismo y selfies. Donde mis problemas son los más importantes del mundo y luego están los de los demás. Yo primero, después el resto.
Por eso escuchar se ha convertido en una gran demostración de amor. Dejar todo lo que estamos haciendo, móvil y Netflix incluidos, y poner toda nuestra atención en la otra persona. Quedarnos fuera de cobertura para todo lo que esté fuera del sofá. Escuchar y mucho más: aconsejar, entender, ayudar… empatizar.
¿Qué tal en el trabajo? ¿Cómo fue esa reunión que habías estado preparando? ¿Qué tal con los compañeros? ¿Cómo pintan los próximos meses?
Si sabemos lo que a la otra persona le ocurre en el trabajo podemos entender muchas de las cosas que suceden en casa. No se trata de ser cotilla, hay que respetar la intimidad y el espacio ajeno, pero estar pendiente se agradece. Sentir que tus problemas no son solo tuyos, que hay alguien dispuesto a ayudarte con tus quebraderos de cabeza. Más que una solución, necesitamos comprensión. No sentirnos solos ni abandonados a nuestra suerte. El peso que llevamos en nuestros hombros es más llevadero si se reparte o si, al menos, sabemos que hay alguien dispuesto a aliviar la carga.
Si estás con alguien, estás en las buenas y en las malas, en los lunes y en los sábados, en el trabajo y en las vacaciones.
Hay que estar y no de cualquier manera. No puedes ser un mueble del salón, tienes que ser la parte humana. Las paredes escuchan, así que te tocará hacer algo más para justificarte.
Aparca a un lado tus problemas y métete en un atasco ajeno. Entiende sus rutas, horarios y frenazos. Entiende sus riesgos y curvas. Entiende sus giros y los motivos por los que toca la bocina.
Si quieres a tu pareja, comparte sus preocupaciones y quédate con un trocito para que sienta cierto alivio. Cuando sienta la sombra de la duda, arroja un poco de luz. Aumenta su confianza para que sea capaz de saltar cualquier bache.
El amor es una de las vitaminas más efectivas para hacernos crecer. Es natural, no tiene efectos secundarios y actúa muy rápido. También es un trampolín porque saca lo mejor de nosotros y nos ayuda a coger impulso, nos llena de energía, ganas y fuerza. Y eso es lo que se necesita para crecer.
El amor es más poderoso de lo que muchos se imaginan y la generosidad un motor que permite ir más lejos de lo que se suele pensar.
Escuchar es un verbo que deberíamos conjugar más cuando hablamos de amor.
Imagen: Tyler Nix