Lo que podemos alcanzar en la vida depende en gran medida de la imagen que tenemos de nosotros mismos.
No siempre somos conscientes de esa voz interior que nos dice qué debemos hacer, de qué somos capaces o no y cómo reaccionar ante lo que nos sucede.
Si estamos descontentos con nuestra vida y queremos cambiar, o si, simplemente, queremos desarrollarnos y alcanzar nuevos logros, deberemos conocer bien qué pensamos de nosotros mismos y modificar esta imagen para que no limite nuestras capacidades.
El primer paso, por tanto, es ser consciente de las ideas que tenemos sobre nosotros mismos. Esto nos obliga a un ejercicio de introspección, ser sinceros con nosotros mismos y perder todo sentimiento de vergüenza o culpabilidad.
Es algo que probablemente no vamos a conseguir de una sentada. Hay ideas que residen muy escondidas en nuestro subconsciente, por lo que deberemos repetir este ejercicio periódicamente. Se trata de aflorar y poner por escrito estas ideas. El tener que escribirlas nos obliga a expresarlas con palabras y no dejarlas en una nebulosa inconcreta.
Sé sincero, escribe para ti únicamente, nadie más tiene por qué leerlo.
El siguiente paso ha de ser comprobar si este concepto que tenemos de nosotros mismos es realista.
Podemos pecar de optimistas. Es frecuente que el incompetente no sea consciente de su incapacidad. Si nos consideramos muy graciosos pero nadie ríe nuestros chistes, deberíamos reconsiderar nuestra opinión.
O podemos ser demasiado negativos y pensar que somos un completo desastre cuando tenemos que hablar en público. Lo más probable es que no sea para tanto y que los demás no sean tan críticos.
Observar cuidadosamente la reacción de los que nos rodean, y el resultado de nuestras acciones nos permitirá validar las ideas que tenemos acerca de nosotros mismos.
Si disponemos de alguien que nos pueda dar feedback honesto y desinteresado, sería excelente. No es fácil obtenerlo: las personas que nos aprecian, con frecuencia, se guardarán de criticarnos por no herir nuestros sentimientos y aquellos con los que no tengamos suficiente confianza no querrán comprometerse.
Partiendo de quien creemos ser tenemos que determinar quién queremos ser, respondiendo a estas preguntas: ¿Qué quieres lograr? ¿Cómo ha de ser la persona que lo consiga?
Este cambio solo se puede alcanzar teniendo en cuenta que la imagen de nosotros mismos es en gran medida emotiva e irracional.
Es necesario confrontarlos con la realidad y con la lógica, pero probablemente no será suficiente: no basta con razonamientos, necesitamos experimentarlo.
El concepto que tenemos de nosotros mismos condiciona cómo actuamos, y nuestra actuación confirma nuestra idea, formando un círculo. Si consideramos que somos malos dibujantes, evitaremos dibujar o lo haremos con desgana y sin esforzarnos. Esto fortalecerá nuestra idea de que somos incapaces de dibujar.
Pero si actuamos, nos esforzamos y comenzamos a aprender a dibujar, nuestros pequeños éxitos nos ayudarán a ir cambiando la percepción que teníamos de nosotros mismos.
Combinando la razón y nuestro lado emotivo, podremos ir cambiando la imagen que tenemos de nosotros mismos.
Este cambio puede ser gradual o puede que sea aparentemente repentino, fruto del trabajo realizado durante mucho tiempo. Por eso es importante no desanimarse cuando no percibamos progreso a corto plazo. Hay cosas que necesitan tiempo para madurar.
Uno de los primeros cambios que hemos de hacer es librarnos de la mentalidad estrecha y fatalista obsesionada con nuestros límites.
No hay nadie que, si se lo propone, no pueda mejorar.
Así que busca un sitio tranquilo, coge un lápiz y papel y empieza a conocerte a ti mismo.