Varias veces te marcas un objetivo, te propones cambiar de rutina, pero lo que más cuesta (y lo que no quieres) es recorrer el camino para lograrlo.
Te propones algo, tal vez el propósito de año nuevo, o de nuevo año. O tal vez te despiertas y simplemente quieres algo nuevo, algo diferente. Querer cumplir nuevos objetivos es frecuente, aunque está demostrado que la mayoría se quedan en eso, deseos o ideas.
No vengo a hablar sobre objetivos en sí, ni del camino a recorrer, pero tal vez lo engloba. Cambiemos la situación. Un ejemplo: cambias de trabajo, pero es un horario distinto, horario vespertino. No te hace gracia la idea de tener que trabajar por las noches, pero el sueldo es estupendo y concluyes que te compensa. Esto te coge por sorpresa, pues tendrás que cambiar tu día a día y hacerte a la idea de que tendrás que organizarte de forma diferente.
Resumido: Te obligan a cambiar de rutina.
El caso anterior te obligará a cambiar tu rutina, y seguramente sacarías recursos de la necesidad. Pero ¿qué pasa cuando te planteas un cambio voluntariamente? Me explico, cuando quieres hacer deporte, quieres tener un buen cuerpo, quieres sentirte mejor. Ahí cuesta más. Por ejemplo, comienzas a salir a correr por las mañanas, corres 20 minutos, regresas a casa y vuelves a tus quehaceres. Vale, sale bien el día 1. El día 2 tienes agujetas. El día 3 te das cuenta de que, como ser humano moderno, a veces lo queremos todo cuanto antes, al momento. Y el día 5 es cuando percibes que, aunque lo quieras todo para ya, tendrás que afrontar el verdadero esfuerzo. Pero el ansia te ciega.
De hecho, los primeros días te sientes con ánimo, incluso si acaso te atreves a probar la calistenia, o no, puede que solo busques hacer cardio y salgas a correr una hora. Pero sabemos que días después no será una hora, tal vez 30 minutos, pierdes constancia. Así un día por cualquier razón no puedes ir, y te dejas un día. Al otro llega la pereza de levantarte temprano, cinco ficticios minutos más de sueño y te levantas dándote cuenta de que ya es tarde. Y ya dos días después ni piensas en salir a correr.
Aquel es el enemigo principal, la falta de perseverancia. Hoy todo se rige por la rapidez y el esfuerzo mínimo. Por ello debes hacer un análisis y atacar al enemigo, es decir, tu propia pereza. Te cuento cómo:
1. Prepararte para comenzar.
Previamente al cambio en tu rutina, una vez decidido, debes prepararte. Si eres consciente de que al día siguiente quieres salir a ejercitar tu cuerpo, también sabes que la pereza realizará su movimiento, por lo tanto, puedes comenzar a combatir la pereza el día anterior. Debes pensarlo así: El yo de hoy es alguien diferente al yo de mañana. Pero conociendo al de mañana, ya que lo va a tener todo preparado, así que naturalmente se verá obligado a ir.
2. Motívate
Con el paso anterior has tratado de obligarte a salir de tu zona de confort, pues sin ese objetivo en mente no hay avance. Ahora bien, puede que de pronto sientas que esto no es suficiente, que te falta algo, te has obligado, pero vas con desgana. Te falta la motivación. A la hora de levantarte, te levantas sin ganas. Esto puede tener remedio. Frecuentemente son cosas simples las que despiertan las ganas de proceder. Prueba despertándote con tu música favorita, podrías incluso invitar a un amigo para que te haga compañía, o no, puedes ir escuchando música motivadora.
Otra cosa que motiva es lo que saben muchos corredores en Instagram: contar tu trayectoria en las redes. Será cuestión de horas que, usando los hashtags adecuados, encuentres gente afín dentro del hábito que quieres desarrollar, y motivación para seguir con tu nuevo hábito. #runnersofinstagram #bulletjournal #menstyle (para quien quiere correr, para quien quiere organizarse con el bullet journal, para el hombre que quiere vestirse con estilo), por ejemplo.
3. ¿Por qué la monotonía?
Un nuevo hábito no tiene por qué ser aburrido y monótono. Hay formas de hacerlo más dinámico, no tienes que salir al mismo lugar cada mañana, puedes salir y conocer lugares nuevos, marcarte una ruta con el GPS si es necesario. Puedes intentar cosas nuevas, ejercitar de formas diferentes y en lugares distintos, probar nuevas modalidades… Si es por posibilidades, hay infinitas. Pero hacer esto teniendo siempre en cuenta nuestros objetivos, y no rendirse.
He querido reflejar este tema desde un punto de vista más personal, pero también es aplicable en la vida diaria a la hora de tener que trabajar o bien ocuparte de tus quehaceres. No midas esfuerzos, ve más allá.
Foto: Annie Spratt