EEran más o menos las tres de la tarde y unos compañeros y yo salíamos del trabajo rumbo a nuestros hogares y universidades. Era la primera semana de lo que sería mi primera experiencia en la empresa privada. Estaba feliz, era la empresa en donde había resuelto trabajar en cuanto terminara mi contrato con el ministerio, el que me contrataran suponía un chute de autoestima, ya que esta empresa gozaba de un prestigio y aquella experiencia enriquecería mi curriculum. Le comentaba a un par compañeros sobre mi reunión con la directora administrativa, de cómo le había convencido de subirme el salario unos 50 USD, lo que viene siendo un poco más de 40 Euros. En medio de la alegría de mi momento, pude percibir un par de segundos de silencio, acompañados de microexpresiones sospechosas de parte de mis colegas, lo que me llevó a darme cuenta un par de días después, que había pecado de inocente, mis colegas duplicarían y alguno hasta triplicaría mi salario. Aquello fue un jarro de agua fría que trajo duda e interrogantes. ¿Qué razones tenían para remunerarme con tan poco en comparación con mis compañeros que harían más o menos el mismo trabajo que yo? ¿Era la diferencia en estudios universitarios el único motivo para que un compañero triplicara mi salario? Definitivamente la cualificación académica en América es uno de los factores principales tomados en cuenta en el cálculo del salario de un trabajador, pero, ¿y los demás factores? Después de un par de conversaciones al respecto, que por cierto, marcarían mi vida, no solo en lo profesional, sino también en lo personal, me quedé con la frase de un amigo, “es que no hubiera aceptado menos”.
Mucho ha llovido desde aquella experiencia, desde ese día me empeñé en no pasar desapercibida en mi lugar de trabajo y, a calcular objetivamente el valor de mi cualificación, calidad y desempeño, tanto en mi carrera profesional como en lo personal.
Conoces tu valor?
Tus dones, talento, experiencia y fortalezas, te hacen singular. Un par de preguntas habituales en un entrevista de trabajo son: ¿cuáles consideras que son tus fortalezas? y ¿por qué debería esta empresa contratarte? Esperando una respuesta elocuente y convincente que dé una idea de la calidad del candidato. Todos deberíamos estar preparados para contestar esta preguntas, las respuestas, siempre y cuando sean sinceras, son las que debemos tener en mente siempre, porque serán nuestro estandarte en el mundo laboral. Por otro lado, ¿alguna vez te han preguntado qué buscas en una pareja? seguramente sí, y seguramente tendrás una pequeña (o larga) lista de requisitos, valores y cualidades como respuesta. Si llevas esa lista en tu mente es porque piensas que es lo que te mereces, sabes lo que tienes para ofrecer y consideras que tus requerimientos son válidos, ¡por que la cosa es dando y dando!
Muchos vamos por la vida sin saber reconocer nuestro verdadero valor, nos cuesta aceptar lo capaces que somos o podemos ser, y algunas veces, tenemos dudas de lo que merecemos. Si no estás seguro de tu valor, tómate un momento para meditar en tus objetivos, apuntalos si es necesario, y luego apunta lo que se requiere para conseguirlos, lo que ya tienes y lo que piensas que te hace falta, verlo en blanco y negro te ayudará a tener las ideas más claras.
No aceptes menos.
«Una verdad importante sobre el valor propio es que si no puedes verlo tú,
los demás no lo verán tampoco»
Todos tenemos tanto fortalezas como debilidades, eso hay que recordarlo y tenerlo claro, pero, ¿y qué hacemos con esas debilidades? ¿Las metemos en un armario y nos olvidamos? ¿Las escondemos para que nadie se dé cuenta? Ante todo, lo que hay que entender es que nuestras debilidades no determinan quiénes somos, nuestro valor y de lo que somos capaces; estas también desempeñan un trabajo importante en nuestro desarrollo profesional y personal, siempre podemos mejorar o desarrollar cualidades que las contrarresten.
Una vez hayas reconocido tus fortalezas y esos valores que te hacen único y diferente, nunca jamás los olvides: llévalos contigo por donde vayas, alégrate, celébralos, ámalos y dáte ese bombo que te mereces, porque si no lo haces tú, my friend, rara vez lo hará alguien más. Una verdad importante sobre el valor propio, es que si no puedes verlo tú, los demás no lo verán tampoco; otra verdad importante es que nuestro valor propio no es proporcional a lo que los demás sean capaces de valorar en nosotros, eres tú quien determina tu valor. Tanto en el ámbito laboral como en el personal, tu valor propio determinará tu futuro y desarrollo. Una verdad dolorosa, aunque también relativa es: “tenemos lo que nos merecemos”, en cuanto tengas las cosas claras, positivas y objetivas en cuanto a tu valor habrás subido de nivel.
Abraza esa realidad y jamás aceptes menos.