Hace años, mucho antes de tener no uno, sino varios adolescentes en casa y en mi entorno, cayó en mis manos un libro ¡¡¡SOS!!!: ¡TENGO UN ADOLESCENTE EN CASA!*, que pude ojear, tal vez por lo que adivinaba se me venía encima, tal vez porque me hizo gracia el título y la portada. Entre sus hojas, pude empezar a visualizar cómo la adolescencia es frecuentemente relatada como una época tormentosa y, en ocasiones, emocionalmente agresiva, plagada de frecuentes enfrentamientos entre unos y otros.
Esa primera crisis vital es necesaria, y evidencia los cambios tanto físicos como emocionales, en la transición de la edad infantil a la adulta. Es el momento de reforzar la formación de los hijos con confianza en sí mismos, con niveles óptimos de autoestima y en una independencia responsable. Deben empezar a valorar la autonomía, pero también reforzar la conducta disciplinada y ordenada. Y, especialmente, es el momento de decir no, pero dando las explicaciones adecuadas, e intentando mantener una comunicación amplia y sincera, que suele revertir en una disminución de las tensiones (cuando no guerras sin cuartel) y también ayuda a detectar a tiempo los problemas que puedan presentarse.
En este escenario, el adolescente tiene la especial afición a “estar en las nubes”. Es conveniente también recordar aquí que sus aficiones y sus horarios ya no van a coincidir con los nuestros generalmente, porque empiezan a tener las suyas propias, o hacer propias las de sus amigos. Es decir: hay que comenzar a hacer planes (algo) consensuados, porque la habitual comida en casa de los abuelos del sábado o la tarde en familia —en el parque o en el cine— del domingo…se va a tener que negociar. Si a esas nubes, añadimos “mariposas”, porque algún eventual y primaveral enamoramiento cruza la puerta de nuestras casas…su concentración, en los estudios, en las tareas que tengan encomendadas en casa o en cualquier conversación que se quiera mantener con el adolescente, va a tender a 0.
No todo está perdido. El trabajo realizado en primaria suele dar sus frutos, y el que tiene una pauta de estudio eficaz suele seguir manteniéndola en esos años…pero insisto, con nubes y con mariposas: es inevitable (y hasta tierno —muy desesperante en ocasiones, pero tierno—, tengo que decir). Aún así, y en la era digital en la que todos nos desenvolvemos, resulta oportuno recordarnos y con ello, ayudarles, en la concentración y evitación de distracciones con una serie de hitos que podemos resumir:
1. Todos los dispositivos electrónicos deben ser eliminados…de su vista y alcance, durante el estudio. Sí, ya sabemos que ahora tienen los libros digitales en el ipad, y también sabemos que necesitan acceder a internet para realizar y/o enviar trabajos; pero eso no quita para que los utilicen con control parental, con límites horarios o delimitados para las tareas que lo requieran.
2. El teléfono requiere de un capítulo aparte, aunque forme parte del anterior. Los grupos de whatsapp del instituto, del liceo o del colegio los carga el diablo e intentarán convenceros de que están haciendo un trabajo/estudio/cualquier opción es posible, para intentar seguir qué dicen respecto a la fiesta prevista para el viernes o la salida del sábado y si ella/él (los de las mariposas) se manifiestan. Insisto: el móvil o celular fuera del alcance de los adolescentes. Eso sí, luego hay que darles tiempo de conexión y vida social –como ahora llaman a relacionarse virtualmente en un chat—.
3. El deporte: Debemos fomentar que hagan deporte, todo el que se puede y el tiempo lo permita. Es la mejor válvula para liberar presión y generar endorfinas que tienen a su alcance, y que ayuda a retomar los estudios de una forma más relajada. Las hormonas, la adrenalina, las emociones contrarias y esa revolución interior que llevan, unida a la presión que los últimos cursos suponen a nivel educativo y curricular, requieren una mens sana in corpore sano.
4. Si hasta ahora no la tenía, habilitar una zona de estudio cómoda y práctica, si es posible con luz natural de una ventana y con su escritorio, cajoneras y estanterías, que ayuden a almacenar libros, cuadernos, material escolar y todo lo necesario, que evitará pérdidas de tiempo en búsquedas innecesarias.
5. Entrando ya en las rutinas domésticas, resulta muy conveniente establecer unos horarios y pautas para todos, que conformen el ritmo de estudio y trabajo: Si sabemos con qué tiempo contamos para hacer un trabajo, para estudiar dos temas, para escribir un relato o monografía, etc, podremos hacer un esquema mental ab initio del ritmo, de los descansos y del tiempo de dedicación. La organización de nuestro tiempo de trabajo y de sus pausas siempre repercute en la mejor concentración a la hora de abordar un nuevo asunto.
6. Por último, a mi juicio, lo fundamental: el silencio. Resulta obvio, pero a veces los adultos no ayudamos mucho, y es necesario crear un clima tranquilo y sin movimiento para que nuestros chavales puedan poner toda su atención e interés en su estudio.
*L. DELPIERRE/X.POMMEREAU. Edit. Espasa Calpe Colección. Mayo, 2006
Foto: Hannah Nelson