A modo de introducción:
Últimamente parece estar de moda aquello de la meditación. Siendo sincera, hace unos años, era yo muy escéptca sobre los beneficios de la misma. Suponía que servía para relajarse, pero no terminaba de comprender la importancia del “relajarse”. Por circunstancias constaté en alguien muy cercano a mí la transformación que el meditar diariamente generó. Empecé a pensar que tal vez había subestimado las mercedes de aquello de “sentarse una media hora a no hacer nada” como lo concebía yo por aquel entonces. Pensé que nada perdía por darle una oportunidad a aquella técnica que en una persona de mi entorno había sido de tan gran provecho en lo que a la salud se refiere. Me enrolé pues en los mismos cursillos que el susodicho que me había llevado a tomar la decisión de aprender a meditar.
La técnica de meditación que aprendí y que vengo aquí a relatar es conocida como Meditación Autógena. Tal vez si busca por internet información sobre “Meditación autógena” o Entrenamiento Autógeno” se alarme y frunza el ceño como hice yo en su día al leer que es una técnica de “autohipnosis”. Lo de la “hipnosis” suena a alquimia, oráculos, “ciencias oscuras”, astrología y asuntos de mágicos del inframundo, al menos a mí me sonaba a aquello. Tengo que señalar que la Meditación autógena no va de “autohipnotizarse”, no al menos de acuerdo al concepto que yo tengo del hipnotizarse. Es simplemente un método de relajación que ayuda al mejor funcionamiento del sistema nervioso parasimpático. El sistema nervioso parasimpático es, para entendernos, el que nos devuelve al estado de calma que permite la regeneración del organismo.
Este método conocido como meditación autógena fue desarrollada a principios del pasado siglo por un neurólogo alemán apellidado Schultz y difundida por el psiquiatra y alumno suyo, Luthe. En España a día de hoy el mayor experto sobre el materia es Luis de Rivera. A él acudí, tal como lo hizo la persona que me inspiró a embarcarme en dicha práctica, y de él aprendí el método. Adelantando el final de la historia tengo que reconocer que también yo experimenté un gran cambio tras 4 meses de meditación diaria. Me encontraba mucho más tranquila, era capaz de volver a la calma si me alteraba, me sobresaltaba con menos frecuencia, resolví mis problemas de insomnio que llevaba arrastrando 10 años, en resumen: sentí un notable incremento de mi bienestar general. Así pues le recomiendo que le dé una oportunidad a eso de la meditación, estoy segura que si hoy peca de escepticismo tras incluirlo durante un sostenido tempo en sus rutinas diarias notará también una mayor paz interior.
Entrando ya en materia:
Pues bien, si ha decidido darle una oportunidad a la meditación le contaré “por fascículos” en qué consiste la técnica que yo aprendí. Lo de contarlo “por fascículos” no es con la intención de crear fidelidad en Dévé como podría parecer, sino porque a mí así me enseñaron el método. Me llevó aproximadamente 4 meses completar todos los “pasos” como decía mi profesor. Acudía una vez cada 15 días a que me contara un “añadido” más al proceso. Aquí trataré de no tardar 5 meses en relatar el proceso completo pero evitaré relatarlo todo hoy, es mejor ir paso a paso.
Básicamente en una primera aproximación la meditación autógena consiste en concentrar nuestra atención en una sensación fácil de sentir en una parte concreta del cuerpo. Digo “en una primera aproximación” porque podríamos dividir el proceso completo de meditación que aprendí en tres partes. De estas tres partes nos centraremos de momento en la primera que, es la que en origen debe uno practicar por al menos 2 meses diariamente hasta que consiga dominarla para poder posteriormente continuar con las siguientes.
- La Postura: nos sentamos en una silla con los brazos separados sobre los laterales y las piernas apoyadas relajadamente sobre el suelo. La cabeza preferiblemente hacia abajo como en la foto, si al cabo de un rato duele el cuello puede levantarla. Los ojos cerrados.
- El Procedimiento:
- Paso 1. Nos concentramos en el brazo derecho y tratamos de sentir su peso. En silencio repetimos para nosotros la frase “Mi brazo derecho es pesado”. Tratamos de mantener la atención en el peso del brazo derecho y repetir la frase constantemente cual mantra durante 5 minutos. A ser posible realizamos este ejercicio 3 veces al día durante 5 minutos y durante toda una semana. Tratamos de no usar el cronómetro para constatar el transcurso de los 5 minutos sino que usamos nuestro reloj biológico. Si durante los 5 minutos en los que me encuentro repitiendo para mí la frase me invaden pensamientos (cosa que ocurrirá) acepto los pensamientos sin darles mayor importancia y sin culpabilizarme por haber perdido la atención del brazo y vuelvo a centrarme en el peso del brazo y el repetir la frase. La “aceptación” es un concepto importante sobre el que volveremos en la próxima “entrega”.
- Paso 2. A la semana siguiente, introducimos el peso del otro brazo. El ejercicio es el mismo. Me centro primero en el peso de un brazo y repito la frase “mi brazo derecho es pesado”. Luego cuando sienta que llevo aproximadamente 3 minutos repitiendo para mis adentros dicha frase paso a concentrarme en el otro brazo y repito la frase en silencio “Mi brazo izquierdo es pesado”. Repito este ejercicio por 6 minutos tres veces al día y durante toda una semana. Es importante la práctica diaria, la rutina conseguirá que mejoremos centrando la atención y entrando en “estado parasimpático”. Con esto tiene trabajo para 2 semanas. Así que, en 2 semanas le cuento el siguiente paso.
Imagen de portada: Rawpixel. Imagen del artículo: Leonor. Todas las fotos que mencionan la meditación muestran la postura del loto; nada más lejos de la realidad a la hora de meditar en lo que respecta a la necesidad de adoptar ciertas posturas.